Nicaragua es reconocida como tierra de lagos y volcanes, con grandes riquezas naturales, pero uno de los países más pobres del mundo. El país tiene una historia de sufrimiento, marcada por guerras civiles, gobernada por cruentas dictaduras, actualmente la dictadura Ortega Murillo, dirigida por Daniel Ortega, presidente, y su esposa Rosario Murillo, Vicepresidente. ¡Si has leído bien! su esposa, Vicepresidente, en buen nicaragüense decimos: “Cosas que solo pasan en Nicaragua.”
A pesar de los sufrimiento que vivimos, los más de seis millones de nicaragüenses, pobreza, violencia, detenciones ilegales, destierro, exilio, migración, a los nicaragüenses nos sostiene la gracia de Dios, por ello decimos que somos: “nicaragüense por gracia de Dios”.
La mayoría de los nicaragüenses practican la fe católica, con profundo amor a la Santa Madre Iglesia, al Sumo Pontífice, a nuestros Obispos y Sacerdotes, este amor hunde sus raíces en la fe, pero también es el resultado del papel fundamental que ha realizado la iglesia católica nicaragüense en toda la sociedad, anunciando el Evangelio y denunciando las injusticias sociales. Esto la ha convertido en la institución con más credibilidad dentro del país, pero también la más perseguida. Para los nicaragüenses la Iglesia Católica a modelo de Cristo se encuentra viviendo su cruz, está en el calvario, crucificada, pero también se escucha este lema:
“¡Nicaragua, crucificada, resucitará!”
Ahora te cuento mi historia, Soy María Victoria, católica, viviendo la vocación al matrimonio sacramental con Manuel Antonio, y nuestro pequeño hijo Luis Manuel. Actualmente residimos en el estado de Michigan. Te preguntarás,
“¿Qué hacen al norte de los Estados Unidos?” Mi país está en una grave crisis sociopolítica, y la Iglesia Católica ha sido la Voz de los más vulnerables. Como consecuencia de esta labor profética, actualmente tenemos a nuestro Obispo en prisión, acusado de traición a la patria. Su nombre es Monseñor Rolando Alvarez, Obispo de la Diócesis de Matagalpa, mi Diócesis, mi Obispo, y yo, soy su Canciller.
En los últimos ocho años he servido en la Diócesis de Matagalpa en diferentes áreas pastorales, soy licenciada en derecho, abogado de profesión, y Notario público, también soy licenciada en Teología Católica, por ello he trabajado capacitando a más de 400 lideres campesinos, (Promotores de Justicia y Paz), en temas de derechos humanos, justicia y paz, y doctrina social católica. Bajo mi dirección se encontraba la Asociación Diocesana de Asesoría Legal y Jurídica, El Ordenamiento Territorial de la Diócesis, y el Servicio de Facilitadores Judiciales Diocesanos o Promotores de Justicia y Paz, también el programa radial y televisivo llamado “Pacificando la Comunidad”, este trabajo es muy delicado para ser ejercido bajo un gobierno como el nuestro, y en el contexto actual que vive el país, y como si fuera poco, mi esposo Manuel Antonio, es Comunicador Social, periodista, y Director de los medios de comunicación de la Diócesis de Matagalpa, razón por la cual, fue encarcelado el 11 de diciembre del año 2022, acusado de traición a la patria, y desterrado el 9 de febrero hacia los Estados Unidos, sin nacionalidad. Esto nos obligó a mi hijo, y a mí, a un exilio forzado, salimos de Nicaragua el 29 de marzo del año 2023, hacia el país vecino Costa Rica, lo hicimos por veredas. Cruzamos la frontera de forma ilegal, debido que había un alto riesgo de ser detenida en un puesto de migración y ser encarcelada. El 06 de abril del año 2023 llegamos a Traverse City, Michigan, con ayuda de Dios, y de la Diócesis de Gaylord, para reunirnos nuevamente con mi esposo, y vivir nuevamente como una familia. Esa es la razón por la que ahora mi familia y yo nos encontramos aquí, a salvo.
La Diócesis de Gaylord, fue el instrumento que Dios usó para realizar el milagro que mi esposo, y yo pedíamos a Dios, de volver a estar juntos como familia.
Tenemos en nuestro corazón un gran amor por esta Diócesis que nos ha acogido como hijos, como hermanos en la fe. Nuestro agradecimiento permanente a Monseñor Jeffrey Walsh, al Reverendo Padre Wayne Dziekan, por todas las gestiones realizadas para nuestra reunificación familiar, no tendríamos vida suficiente para agradecerles todo el bien que nos han hecho. Pero como creyentes les ofrecemos la sencilles de nuestras oraciones diarias, acciones de gracias, y intercesiones.
Suplicamos también a Dios toda clase de bendiciones espirituales y materiales para esta Diócesis, para nuestro Obispo Monseñor Walsh, y cada laico de este trozo de iglesia. Para nosotros como familia, la acogida que nos ha dado la Diócesis y el Obispo ha sido Dios sonriéndonos.
Hoy nos sentimos liberados, porque para ser libres, nos ha liberado Cristo, y también nos sentimos resucitados, por ello creemos firmemente que nuestro Obispo Monseñor Rolando Álvarez, y nuestra Nicaragua, crucificada, también resucitará.