SOY JOSÉ LUIS DIAZ CRUZ, por voluntad de Dios sacerdote de la Diócesis de Matagalpa, Nicaragua. Recuerdo que de niño me llamó mucho la atención como un sacerdote que solamente tenía un brazo alzaba una custodia y bendecía
a una gran multitud que permanecía de rodillas, recuerdo haberle dicho a mi madre que de rodillas estaba junto a mí. ¡Yo quiero ser como él! Así nace mi historia vocacional.
Fue ordenado diácono el 08 de junio de 2019 y sacerdote
el 23 de noviembre del mismo año. Al finalizar mi formación mi obispo me pidió que le acompañara en su Misión Pastoral en la diócesis de Matagalpa, servicio que desempeñé como seminarista egresado, luego todo mi ministerio diaconal y mis primeros meses de sacerdote. Oportunidad que agradezco al Señor, porque me permitió conocer a mi obispo y trabajar muy de cerca con él. Ver su humildad y cercanía con la gente, fue para mí un testimonio y un ejemplo a seguir, además verle como un verdadero profeta anunciando la Palabra de Dios y denunciando las injusticias.
Recuerdo que siendo diácono después de una visita pastoral en una de las Comunidades Rurales, mi obispo recibió un atentado, le querían quitar la vida. Él solo me dijo da gracias a Dios, porque si morimos, morirás como un diácono mártir junto a tu obispo, recordando de esa manera a san Lorenzo diácono y mártir. Desde ese momento experimenté en él un verdadero profeta de Dios, sin miedo a realidades humanas, siempre en misión en la libertad de los hijos de Dios.
Probablemente tú que estás leyendo estas breves palabras sabes un poco de mi historia, de lo que está pasando en mi patria y la terrible persecución que vive la Iglesia de Nicaragua. Como todo buen cristiano nunca pensé estar encarcelado, mucho menos siendo sacerdote.
En todo este camino difícil que me ha tocado recorrer, me he dado cuenta que a los seres humanos por naturaleza nos gusta vivir bien. Queremos vivir siempre saludables, no queremos que se nos mueran nuestros seres queridos, queremos ser felices: pero tristemente buscamos la felicidad en la comodidad, en la riqueza, en el placer y en lo vano, en lo que termina, etc. Y nos olvidamos por completo de la Palabra del Señor, Mateo 5.
En mi humanidad le tuve miedo al dolor, no me gustaba sufrir. Pero hoy estoy convencido que todo sufrimiento es parte de nuestra vida cristiana. El sufrimiento está presente en la vida de todos y de maneras tan diferentes.
Seguro tú en este momento podrías pensar en al menos una cosa que te causa dolor, tristeza o preocupación. Son muchísimas cosas dolorosas y tristes que en estos últimos meses me ha tocado vivir como a muchos de mis hermanos nicaragüenses, pero me he dado cuenta de que el sufrimiento es un misterio que solamente desde la fe se ilumina y que nos permite ser fuertes, además de santificarnos. El dolor y el sufrimiento es algo que solo podemos comprender a lo largo del misterio de la salvación y la vida de nuestro Señor Jesucristo.
La cruz, si se carga acompañada con el amor de Dios, puede aliviarnos el alma y llevarnos a un estado espiritual profundo.
Cargar la cruz en medio del dolor es difícil, pero no imposible de la mano de Dios.
Un mes antes de que nos encarcelaran mi madre falleció y siempre pregunte a Dios ¿Porqué te la llevaste? luego en la cárcel seguí preguntándole ¿Porqué me tienes aquí?... no he hecho nada soy inocente. No comprendía todo lo que estaba pasando. Ahora con seguridad ya no cuestiono la voluntad de Dios pues me he dado cuenta que Él siempre tiene un propósito en nuestra vida.
Él Señor siempre está con nosotros y Él siempre se abaja para escuchar al afligido y al atribulado, y siempre nos trata con misericordia. Por eso si estas pasando alguna situación difícil, sonríe y date cuenta que no estás solo, Jesús está contigo. Dios siempre provee, no deja solo al desvalido, siempre abre puertas allí donde parece que se cierran.
Después de todo esto voy descubriendo las maravillas del Señor. Toda cruz lleva a la verdadera felicidad, a encontrar la verdadera paz, toda cruz lleva a la resurrección. Por eso agradezco a Dios tantos regalos que me ha concedido después de toda dificultad e incertidumbre y no puedo echar de menos a la Santísima Virgen María, ella ha estado siempre conmigo.
Mi obispo sabe que después de salir de
la cárcel junto a mis hermanos fuimos bien recibidos en la diócesis de Gaylord. Mi diócesis, mi obispo, mis hermanos que están
con Ustedes y yo estamos enormemente agradecidos.
Agradezco profundamente a Mons. Jeffrey J. Walsh por su cariño y amistad, un hombre de Dios que admiro mucho y que agradezco al Señor el haberle conocido. Gracias por haberme abierto las puertas de su diócesis. Infinitas gracias al Padre Wayne Dziekan, por cada detalle y gestión para con nosotros. Dios le bendiga y esté siempre con él.
Agradecer de Igual manera a Sra. Silvia Cortes López, por
su ayuda, sus consejos, que la virgen de Guadalupe interceda por su vida y servicio a la Iglesia. Agradezco a tantas personas lindas y buenas que de muchas maneras estuvieron aportando su amor y cariño de diversas maneras, de la Parroquia San Felipe Neri junto al Padre Kenneth Stachnik y a toda la Comunidad Hispana de la Capilla Nuestra Señora de Guadalupe. Les recuerdo siempre y les llevo en mi corazón. De manera muy especial agradezco a
la familia Ramirez, pues en ellos encontré una verdadera familia y amigos de Nazaret.
Ahora mientras ustedes
y mi gente de Nicaragua duerme, yo corro por las calles de Roma a abordar las rutas y los metros que me llevan a la Universidad, aunque en cada momento les recuerdo y elevo oraciones por ustedes, para que se porten bien.
En Cristo y María!
P. José Luis Diaz Cruz.